LA TEORIA DE LA CONTINGENCIA Y EL DOCTOR LÓPEZ GATELL.

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX


En 1918 murieron el poeta francés Guillaume Apollinaire, el pianista estadounidense Felix Arndt, el compositor británico Sir Hubert Parry, el pintor austríaco Egon Schiele, el Príncipe Erik de Suecia y Noruega y Duque de Västmanland, el actor de Hollywood Elijah Tahamont, Anaseini Takipō, reina de Tonga de 1909, consorte del rey George Tupou II de Tonga, Harold Lockwood, estrella de cine mudo y Franz Karl Salvator, hijo de la Archiduquesa María Valeria de Austria y el Archiduque Franz Salvator y nieto de la emperatriz Sissi y del emperador Francisco José I. por sólo citar a algunos de los millones de personas cuya vida fue segada por la gran epidemia.
En 1919 tocó el turno al gran atleta George Freeth, padre del surf moderno, murió también el pintor inglés Harold Gilman, el canadiense Joe Hall miembro del Salón de la Fama del Hockey sobre Hielo, Phoebe Hearst, madre de William Randolph Hearst el acaudalado dueño de tantos medios de comunicación estadounidenses, Francisco Marto, uno de aquellos pastorcillos a quienes se les apareció la virgen de Fátima en Portugal, y en un “ejercicio democrático” de la enfermedad, tocó el turno además a Yákov Sverdlov, líder del partido Bolchevique y a Mark Sykes el político y diplomático británico de admirados logros.


Ese año murieron víctimas de la gripa española, también Louis Botha, primer Primer Ministro de la Unión de Sudáfrica, Vera Kholodnaya, primera estrella del cine mudo ruso, Harry Elionsky, campeón americano de natación de larga distancia y Irmy Cody Garlow, hija de Buffalo Bill.
La tragedia mundial no pareció terminar sino hasta entrada la década de los veintes: arrasó con la vida de Sophie Halberstadt-Freud, hija del psicoanalista austriaco Sigmund Freud, de Charles Tomlinson Griffes, compositor estadounidense, de Jacinta Marto, otra de las videntes de la virgen de Fátima, causando gran duelo entre la cristiandad. Murió además Max Weber, el economista político y sociólogo alemán que tanto contribuyó al conocimiento de la teoría política moderna… La lista no cabe en estas páginas.

e estima que la tasa de mortalidad de la pandemia de 1918/1919 alcanzó a cerca del 5 por ciento de la población del planeta. Nada menos. Y que el 20 por ciento de la humanidad sufrió la enfermedad. Nadie se pondrá de acuerdo jamás en el número de muertos, pero no fueron menores a 50 millones de personas, y hay quien dice que las victimas sumaron los 100 millones de habitantes de la Tierra.


En la India, por ejemplo, murieron 17 millones y por lo menos el 22 por ciento del ejército indio que sufrió la enfermedad, falleció. Los países ricos y los pobres también vieron diezmada su población:


 Estados Unidos, 700 mil muertos.
 Gran Bretaña murieron 200.000.
 Francia más de 400.000.
 En Alaska y Sudáfrica, murieron comunidades enteras.
 Australia murieron unas 10.000 personas
 En las Islas Fiji murió el 14% de la población en sólo dos semanas.
 En España 300 mil muertos se contabilizaron.
 En nuestra nación la entidad con más muertos fue Nuevo León: en 80 días murieron 5 mil personas, cuando la población de la entidad era de apenas 336.000 habitantes.


Se creé que la gripa comenzó a gestarse en Kansas, Estados Unidos, en fecha cercana a la que esta vez nos sorprendió en el mundo: marzo de 1918. Pasó rápidamente a Francia, pero pronto se transmitió a España y se ha considerado que, aunque la Primera Guerra Mundial no causó la gripe, la cercanía de los cuarteles y los movimientos masivos de tropas ayudaron a su expansión: los soldados vieron debilitarse su sistema inmunológico por las condiciones precarias en que debían subsistir, y por las tensiones propias de los combates. Una tragedia se sumaba a otra.


La Gripe Española es recordada en la Historia como la Gran Pandemia de Gripe. Fue causada por ¡un brote de Influenza virus A del subtipo H1N1! No fue gratuita la espantada reacción de las autoridades mundiales de salud este invierno de 2020, al hacer paralelismos con lo que se había visto en aquellos aciagos años de finales de la segunda década del siglo pasado.
En la historia de la humanidad siempre han existido contingencias como los maremotos, los sismos, las epidemias, las migraciones masivas de personas que ponen en aprietos a naciones enteras.


Sin embargo, si revisamos con profundidad, la sociedad ha combatido de manera organizada estas situaciones: intervienen el ejército y la marina, las empresas y laboratorios, las iglesias… la colectividad que se suma para resolver la incertidumbre que la naturaleza y los problemas de guerras y hambrunas nos otorgan. Cuando los gobiernos están ausentes, las muertes son infinitas como puede pasar ahora con México.


No es fácil planear una contingencia, pero se puede. Se pueden enterrar cadáveres, ayudar a los enfermos, evitar la peste. Cuando la Toma de Zacatecas de 1914, se dice que pelearon dos ejércitos: la División del Norte con 18 mil guerrilleros, contra 24 mil federales que estaban pertrechados en la capital de este bello estado. La batalla empezó a las 6 de la mañana y a las 2 de la tarde del mismo día ya había quedado claro el triunfo de la División del Norte comandada por Pancho Villa y Felipe Ángeles. La obra de Villa fue destruir al ejército federal después de su derrota. Lo persiguieron por el rumbo del municipio de Guadalupe. Las abuelas cuentan que corrían ríos de sangre. Por la salida a Aguascalientes había miles de federales perseguidos con tiro de gracia. La sociedad organizada -sin gobierno- porque ni a Villa ni al Pelón Huerta le importaba el destino de nuestra ciudad, hizo grandes oquedades para quemar con gasolina los cadáveres, a fin de evitar la peste a la que tanto miedo se le tiene.


Hoy México vive una circunstancia grave, como la vive el mundo. Tenemos un gobierno inmovilizado, esperando que los cadáveres se pudran y vengan las calamidades. El gobierno no se expresa preocupado. Nos han colocado un vocero ignorante en cuanto a la Teoría de la Contingencia, que además manipula las cifras, canta canciones para lavarnos las manos y no conoce ni las tácticas, ni las estrategias y planes para combatir un fenómeno como el que vivimos.


El ejército tiene acciones que implementa bien, como el Plan DN-3 y la sociedad, como en los sismos que causaron el daño en Tlaltelolco cuando con un ejército al que se sumara Placido Domingo, rescatara a muchos mexicanos, demuestra de tanto en tanto, que la suma colectiva de voluntades todo lo vence.


Las contingencias se combaten con organización. Con un gobierno capaz de conducir a la sociedad, para salvar a la sociedad misma. Hoy estamos petrificados, paralizados, mientras el mundo mueve sus mejores herramientas para evitar muertes. La política de abrazos y besos es nociva para la tragedia que vivimos. El irresponsable acto de ayer, que continuará en la ciudad de México, el Vive Latino, nos parece un capricho gubernamental que no nos da confianza, sino que nos genera temor ante la ineficiencia y pasividad de nuestro gobierno.


Es seguro que estamos todavía en el prólogo de esta nueva epidemia mundial de gripa. Y confiamos en las mejores condiciones sanitarias de los países, en la experiencia de tragedias pasadas, en los avances médicos y en los esfuerzos científicos, para evitar que la lista de enfermos y muertos se extienda tan arteramente como sucedió entonces, en aquellos hechos lejanos que hoy nos tocan tan cerca. La reacción del gobierno mexicano es ya tardía, pero deseamos, por el bien de todos, que sea lo suficientemente fuerte, valiente y capaz, para prevenir un escenario que lamentaríamos todos en los años por venir.


La Teoría de la Contingencia II… próximamente.

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